Las medidas de esta colosal máquina arquitectónica, ejecutada en madera de cedro real, son: 5 m. de ancho y 6 m. de altura, ocupando la totalidad del muro de la cabecera de la Capilla, adaptando su perfil a la forma de ésta, es decir una gran zona cuadrangular inferior con un gran tímpano semicircular encima, a modo de ático.
Comenzando por la base se aprecia un sotobanco o mesa de altar corrida, con un perfil superior muy moldurado con numerosos entrantes y salientes, que se adapta a la compartimentación de este cuerpo. Por la parte inferior corre un plinto, con los mismos entrantes y salientes. Ya aquí se aprecian las tres calles del retablo, separadas por pilastras con cajeados a base de molduras en sus frentes. Las pilastras de los extremos son dobles, mientras que las que flanquean la calle central son triples. Todos los cajeados van ocupados por bellas guirnaldas de flores y frutos que caen en cascada vertical para llenar completamente el rehundido de las cajas.
Los planos o frentes de las tres calles también se adornan con molduras que forman recuadros y cajeados. Éstos se rellenan completamente con finas tallas entre cuyos motivos se distinguen grandes «ces», de rizadas puntas, acantos, y otros motivos vegetales, en bello juegos de curva y contracurva. En el centro de cada plano destaca una gran cartela vertical, con gruesas orejetas laterales, ocupada toda ella por tallas en mayor relieve que las de los fondos antes dichos, trazadas formando frutos, «eses», nuevamente «ces», acantos, hojas, y otros motivos vegetales. Lógicamente, la cartela que ocupa la calle central de este sotobanco difiere de las dos laterales que son simétricas, aunque el artista juega con motivos parecidos. En el eje se inserta un medallón oval en relieve.
Por toda la parte superior del sotobanco corre una estrecha faja o friso horizontal, separado de la zona inferior por una moldura corrida, adaptándose friso y moldura a los entrantes y salientes del movido juego de las pilastras. Cada una de las zonas creadas en el friso está rehundida y ocupada también por motivos vegetales. Por encima de esta faja corre una pequeña cornisa, que cierra este cuerpo.
Sobre el sotobanco, que actúa como pedestal de toda la máquina lígnea, se alza el gran cuerpo principal, articulado también en tres calles con hornacinas para acoger las imágenes titulares de la cofradía. Estas hornacinas se alzan sobre una estrecha predela o banco horizontal que apoya directamente en el sotobanco. Se compone como aquél de un plinto, con numerosos entrantes y salientes, que se adaptan a la planta de este cuerpo. Las tres calles en que se divide verticalmente están separadas por pedestales apilastrados, que llevan en su centro unas ménsulas convexas muy sobresalientes, en forma de voluta enrollada sobre sí misma, que se adosa a dicho pedestal. Todo él lleva cajeados rehundidos y rellenos con hojarasca. El frente de cada ménsula lleva también guirnaldas verticales de temas vegetales. Sobre pedestales y ménsulas corre una moldura horizontal que se adapta a los quiebros de la planta de este cuerpo. Sirve de línea de separación con el friso y cornisa con que remata esta predela. En el friso, el rehundido se ha sustituido por guirnaldas horizontales de finísima talla que juega también con diminutos motivos vegetales.
En los tres frentes destacan enormes ménsulas «de panza», que se adelgazan en la parte inferior, adoptando una bella y sinuosa forma. Todas las superficie de estas ménsulas se tallan a base de menudos motivos en relieve, que destacan sobre la oscuridad del fondo, que se ha calado, buscando precisamente ese contraste de brillo y sombra. La misión de estas sobresalientes ménsulas panzudas no es otra que la de ampliar la superficie de la plataforma de las hornacinas en las que se colocarán las imágenes, para que luzcan con un mayor desahogo. En el centro del friso y cornisa de las ménsulas destaca una cabeza de querubín, en actitud diferente cada una. Los planos que quedan entre los perfiles laterales de las ménsulas de panza y los pedestales, se recubren con un cajeado que se adapta a la superficie que deja el perfil sinuoso de la ménsula. Todo el espacio de fondo se recubre de tallas en relieves con los motivos acostumbrados de roleos, «ces», etc.
Constan de un pedestal cuadrangular, un estrecho gollete, sobre el que descansa un regruesamiento o cuerpo principal, gallonado, llevando dos asas en los laterales. Sobre el gollete superior hay pequeños motivos vegetales. Tras estos jarrones se alzan unas pilastras pequeñas, también enriquecidos sus frentes con cajeados y guirnaldas de talla de hojillas. Rematan en uno de los elementos más clásicos de este retablo: arquitrabe tripartito, friso y amplio cornisamento. El friso se enriquece con finas guirnaldas vegetales en horizontal, mientras que la volada cornisa tiene elementos tan clacisistas como filas de dentado, de ovas y dardos, etc.
Sobre las impostas antes comentadas, se apoyan los arcos de medio punto de las calles laterales, destinadas a acoger a Nuestra Señora de la Esperanza y a Nuestra Señora de los Dolores, la de la izquierda y la de la derecha respectivamente. Así entre las molduras semicirculares que forman la rosca de los arcos y las pilastras pequeñas superiores, se forman unos espacios triangulares o enjutas, que el tallista recubre con los motivos acostumbrados de roleos, acantos, y otros temas vegetales, con un verdadero horror vacui. La clave de los arcos sobresale elegantemente, para soportar un medallón inscrito en una cartela, orlada con bellos motivos de curva y contracurva muy calados y aéreos, que sobrepasan el friso y llegan hasta el cornisamento. El interior de las hornacinas antes aludidas se compone de dos partes claramente diferenciadas: la inferior es semicilíndrica, con pared lisa, en que el adorno vendrá dado por el adamascado que el dorador trazará, a base de acabados mates y brillantes. La superior es una potente venera, de fuertes nervios, que cierra el espacio de cada calle, a modo de camarín para las imágenes.
La calle central es, sin embargo, diferente, pues su hornacina es más alta, al estar la rosca de su arco, también de medio punto, muy peraltada, llegando la clave a la línea del cornisamento de las calles laterales. En ésta central, la sobreelevación de su arco empuja hacia arriba friso y cornisa, en una bella y armoniosa línea quebrada, con curvas cóncavas y convexas, que acaban uniéndose en el centro en dos grandes volutas enrolladas sobre sí, que se tocan tangencialmente, como si se tratara de un frontón partido que se prolongara hasta tocarse delicadamente. El espacio que media entre la venera de la hornacina central y las volutas superiores también se rellena literalmente de tallas, no quedando ningún trozo sin cubrir. Hay además una gran cartela sobrepuesta, en forma de panoplia con un medallón central, arropado por las tallas laterales.
En la base del camarín central, destinado a Ntro. Padre Jesús Cautivo, hay una peana, de forma bulbosa y panzuda, en la que destacan tres zonas horizontales muy diferenciadas: La inferior, con plinto y escocia (moldura cóncava ultrasemicircular), una convexa o bocel, y una media caña superior sobre la que descansa la tapa superior de la peana. La única parte tallada es el bocel central, o panza, totalmente recubierta de tallas y calados. En el frente, al centro de la media caña destacan dos cabezas de querubines alados, formando un solo conjunto.
El ritmo del friso y cornisa que corre sobre las calles laterales horizontalmente y que se sobreeleva en la central hace de tránsito entre los cuerpos inferiores y el superior o ático. El perímetro de éste es semicircular, adaptándose perfectamente al cascarón de la bóveda de medio cañón que cubre la capilla. En el ático o remate diferenciamos también tres calles o zonas: la central y las laterales. La primera de ellas va colocada sobre las volutas arrolladas antes dichas, y se compone de un caprichoso juego de líneas curvas cóncavas y convexas que superiormente soportan un molduraje de inspiración clasicista (nuevamente con filas de dentados), en forma de frontón curvo de doble inflexión. Sobre él un bello penacho con fuertes curvas caladas y un gran acanto en el centro, cuyo eje se resalta por una fila de bolas o perlas, llegando a tocar el eje de la bóveda. Por la parte inferior, sin embargo, se prolonga en dos grandes ménsulas de fuerte talla, similares a las de las peanas de los pasos llamados «de gloria», que sirven en realidad de asiento a dos grandes ángeles mancebos, de escorzada postura, e inestable posición, llevando una pierna completamente en el aire, mostrada por la abertura de sus túnicas, de rico movimiento. Su mirada se dirige hacia abajo para cruzarse con la del devoto espectador, mientras que el tronco se gira lateralmente hacia el centro, en perfecta simetría, al tiempo que con sus manos señalan hacia el medallón central del ático, cuyo tema no es otro que el escudo heráldico de la Hermandad, finamente retallado.
Las dos zonas laterales, adoptan la forma de triángulo rectángulo, siendo su hipotenusa el lado curvo que se adapta al perfil de la bóveda. Éste lado está formado por un potente baquetón totalmente tallado, destacando de trecho en trecho unas grandes volutas que rompen la monotonía del mismo. Ocupan estas zonas dos enormes medallones ovales inscritos con los lemas «Gloria a ti Trinidad y a los cautivos libertad» y «Siervos de María Santísima haced lo que el os diga», en cartelas apergaminadas, rematadas en el borde por numerosas volutas en curva y contracurva, estando rematadas por sendos penachos. Emergen estos medallones de unas molduras semicirculares invertidas colocadas sobre las cornisas laterales, que se rellenan por completo con tallas, a base de los motivos acostumbrados.
El dorado emplea como ya se ha dicho los acabados mate para los fondos y brillante para los motivos principales. Además se han estofado todos los motivos vegetales, como hojas, flores y frutos, así como las cabezas y alas de los querubines, y los ángeles mancebos, que animan de colorido de sus túnicas la zona superior del retablo. En la iconografía de los medallones, se incluyen entre otros temas el ancla, relativo a la virtud de la Esperanza, la cruz trinitaria, en referencia a Ntro. Padre Jesús Cautivo y Rescatado, la simbología del corazón con los puñales, en alusión a los siete Dolores de la Virgen, o las flechas heráldicas del mártir San Sebastián, titular de la parroquia donde la Hermandad radica.
Estamos, en suma, ante una magna obra del gran maestro de la madera, Guzmán Bejarano, siendo su primer retablo del siglo XXI y último ya que falleció el pasado año 2002, teniendo la suerte de disfrutarlo nuestra ciudad de Alcalá, incrementando así el patrimonio de la Hermandad, de la Parroquia y en definitiva el de la propia localidad.